Descubierta
Manejé rápido a través de la unión I-10 con el sol cayendo detrás de mí. No había visto mucho más que las blancas y amarillas líneas de la carretera, y la ocasional señal verde grande que me indicaba el este. Estaba apurada ahora. No sabía exactamente segura por qué estaba apurada, siquiera. Por querer estar afuera de esto, supuse. Fuera del dolor, fuera de la tristeza, fuera del anhelo del perdido y desesperanzado amor. ¿Eso significaría fuera de éste cuerpo? No puedo pensar en otra respuesta. Me gustaría preguntar todavía mis dudas al Curandero, pero se sentía como si la decisión ya estaba hecha.
Skipper. Cobarde. Probé las palabras en mi cabeza, tratando de traer más términos con esto. Si pudiera encontrar una manera, me gustaría tener a Melanie fuera de las manos del buscador. Sería muy difícil. No, sería imposible. Pero trataría. Le prometí a ella esto, pero ella no estaba escuchando. Ella todavía estaba soñando. Renunciando, aunque ahora era muy tarde para renunciar a ayudar. Traté de estar despejada del cañón rojo en su cabeza, pero estaba ahí también. No importaba cuán difícil era tratar de ver a los autos zumbando al lado mío, las lanzaderas deslizándose hacia el puerto, las pocas, finas nubes moviéndose sin rumbo por el cielo, no podía estar completamente libre de sus sueños. Memoricé la cara de Jared a través de cientos de ángeles diferentes. Miré a Jaime en una fase acelerada de crecimiento repentino, siempre en carne y huesos. Mis brazos ambos me dolían, lo sentía más nítido que un dolor, como cortada por cuchillas violentamente. Era intolerable. Tuve que salir. Manejé casi sin ver a través de los dos estrechos canales de la autopista. El desierto era, en cierto modo, mas monótono y muerto que antes. Más plano, más incoloro. Me gustaría llegar a Tucson antes de la hora de la cena. Cena. No había comido hoy todavía, y me di cuenta de que mi estomago rugía. El buscador tal vez estaba esperándome por ahí. Mi estomago retumbó entonces, y el hambre momentáneo se había convertido en nauseas. Automáticamente, mi pie soltó el acelerador. Me fijé el mapa en el asiento del pasajero. Pronto llegaría a una parada en un lugar llamado Picacho Peak. Tal vez podría detenerme en la parada a comer algo allí.
Pensé en el nombre desconocido–Picacho Peak–que era extraño, imaginando en la reacción de Melanie. No lo logré. ¿Ella habrá venido antes? Busqué en mi memoria, una vista o un olor que correspondía, pero no encontré nada. Picacho Peak. Otra vez, había algo de interés que Melanie reprimía. ¿Qué significaban esas palabras para ella? Ella salió de los lejanos recuerdos, evitándome. Eso me hizo sentir curiosa. Manejé más rápido, preguntándome si la vista del lugar podría darme algo. Una solitaria cima de una montaña–no masiva de estándares normales, acercándose despacio, las colinas más cercanas a mí–empezaban a tomar forma de horizonte. Era una inusual, distintiva forma.
Melanie miró como crecía mientras viajábamos, pretendiendo indiferencia sobre eso. ¿Por qué ella pretendía no importarle cuando obviamente lo estaba? Estaba preocupada por su fuerza al tratar de descubrirlo. No pude ver nada a través de la pared en blanco. Era más gruesa que de costumbre. Pensé que ya había casi desaparecido. Traté de ignorarla, no queriendo pensar en eso–eso que estaba siendo más fuerte. Miré el lugar, trazando la forma pálida del caluroso cielo. Había algo familiar en eso. Algo que estaba segura que reconocí, aún cuando estaba segura de que ninguna de nosotras había estado aquí. Casi como si ella estaba tratando de distraerme, Melanie me hundió en un vívido recuerdo de Jared, que me sorprendió.
Me agarró un escalofrío, estrechando mis ojos para ver el silenciado deslumbramiento del sol bajando detrás de los árboles. Me conté a mí misma que no era frío lo que pensaba que era. Mi cuerpo sólo no estaba acostumbrado a eso. Las manos que estaban de repente en mis hombros no me asustaron, en realidad. Estaba asustada por ese desconocido lugar, y no oí su silencio. Su peso era demasiado familiar.
“Tú no eres buena yéndote a escondidas”
Incluso ahora, había una sonrisa en su voz.
“Vi que venías antes de que tomaste el primer paso” Le dije sin girar. “Tengo ojos detrás de mi cabeza”
Unos dedos cálidos acariciaron mi cara desde mi barbilla, arrastrando fuego a lo largo de mi piel.
“Te pareces a una dríade escondida en esos árboles,” susurró en mi oído. “Una de ellas. Tan hermosa que tendrías que ser de ficción.”
“Tendríamos que plantar mas árboles alrededor de la cabaña”
Él ahogó una risa, y el sonido hizo que mis ojos se cerraran y mis labios se estrecharan en una sonrisa.
“No necesariamente,” dijo. “Tú siempre miras ese camino”
“ Lo dice el último hombre de la tierra a la última mujer de la tierra, en el momento de su separación”
Mi sonrisa se desvaneció mientras hablaba. Las sonrisas no podían durar hoy. Él me miró. Su aliento en mi mejilla era cálido comparado con el frío aire del bosque.
“Jaime podría ser reciente en esa implicación”
“Jamie es todavía un chico. Por favor, por favor, mantenlo a salvo.”
“Haré un trato contigo,” se ofreció Jared. “Tú te mantienes a salvo y haré lo mejor. De lo contrario, no hay trato.”
Era sólo una broma, pero no pude tomarla con calma. Una vez que nos separáramos, no había garantías. “No importa lo que pase.” Insistí.
“Nada va a pasar. No te preocupes.” Las palabras tenían algo de sentido. Con innecesario esfuerzo. Pero su voz valía la pena escucharla, sin importar el mensaje.
“Okay”
Me giro para estar frente su cara y guió mi cabeza a su pecho. No sabía con qué comparar su aroma. Era el suyo, tan singular como el olor del enebro o la lluvia del desierto.
“Nosotros no nos perderemos,” me prometió. “Siempre te voy a volver a encontrar.”
Comenzó Jared, él no podía ser completamente serio en mas de de uno o dos latidos de corazón. “No importa cuán bien te escondas. Soy imparable cuando se trata de ocultar y buscar.”
“¿Vas a darme tiempo hasta la cuenta de diez?”
“Sin mirar.”
“Tú lo dijiste” mascullé, tratando de ocultar el hecho que mi garganta se llenaba de lágrimas.
“No tengas miedo. Vas a estar bien. Eres fuerte, rápida e inteligente.”
Estaba tratando de convencerse a sí mismo, también. ¿Porque lo estaba dejando? Era igual a Sharon que todavía era humana. Pero cuando veía su cara en las noticias, estaba muy segura. Era sólo una incursión, una de miles más. Como es habitual cuando nos sentimos bastante aislados, suficientemente seguros, hemos tenido la TV prendida como si limpiáramos el refrigerador o la despensa. Sólo para saber el tiempo meteorológico; no había mucha diversión en los reportes de muertes-aburrida o todo-es-perfecto que pasaban en las noticias entre los parásitos. Era el pelo lo que captó mi ojo–el momento intenso rosa rojizo que sólo había visto en una persona. Pude todavía mirar la mirada en su cara como si mirara a escondidas desde el borde de la cámara con un ojo. Era esa mirada que dice Estoy tratando de ser invisible, no me mires.
Ella caminó no lo suficiente lento, tratando con todas sus fuerzas de caminar con un paso normal. Tratando desesperadamente de mezclarse dentro. Nadie querría sentirse así. Qué hacía Sharon caminado alrededor de humanos en una enorme ciudad como ¿Chicago? ¿Había otros? Tratando de encontrar en ella a lo que ni siquiera se parecía una opción, realmente. Si había una posibilidad de que allí había más humanos teníamos que localizarlos. Y tenía que ir sola. Sharon podía correr de todos menos de mí–bueno, podía correr de mí también pero tal vez ella podría hacer una pausa suficiente para que me explicara. Estaba segura de que conocer su secreto lugar.
“¿Y tú?” Le pregunté con voz gruesa. No estaba segura si podía psicológicamente este inminente adiós. “¿Vas a estar a salvo?”
“Ni siquiera el cielo o la tierra podrían apartarme de ti, Melanie”
Sin darme una oportunidad de aspirar o limpiar las nuevas lágrimas, él se estiró hacia mí. Jamie se enrolló debajo de mi brazo–él no se ajustaba a la forma que solía hacerlo. Él tenía que a veces entrar en él mismo, sus largos, desgarbadas extremidades se formaron torpemente en ángulos. Sus brazos comenzaron a ser más fuertes, pero en ese momento era un chico, estremeciéndose, casi derrumbándose. Jared estaba arrancando el auto. Jamie no quería mostrar ese miedo si él estaba ahí. Jamie quería ser valiente, como Jared.
“Estoy asustado,” me susurró.
Besé su pelo oscuro como la noche. Incluso estando aquí entre los penetrantes y resinosos árboles, olía como a polvo y a sol. Se sentía como si él era parte de mí, que si nos separaban se iba a desgarrar la piel que nos unía.
“Estarás bien con Jared.” Tuve que sonar valiente, sin importar si me sentía así o no.
“Lo sé. Tengo miedo por ti. Tengo miedo de que no vuelvas. Como papá.”
Me eché atrás. Cuando papá no volvió–aunque su cuerpo había estado dirigiéndose hacía los buscadores por nosotros–fue el peor horror y el peor temor y el peor dolor que nunca había sentido. ¿Que tendría que hacer con Jamie de vuelta?
“Volveré. Siempre vuelvo.”
“Estoy asustado.” Me dijo otra vez.
Tenía que ser valiente.
“Te prometo que todo estará bien. Voy a volver. Te lo prometo. Sabes que no rompería una promesa Jamie. No a ti.”
Paró de estremecerse. Me creyó. Confió en mí. Y otra cosa: Puede oírlos en el piso de abajo. Ellos me encontrarían en minutos, o segundos. Garabateé las palabras en un sucio fragmento del papel periódico. Casi se entendía, pero si lo encontraban, él iba a entender:
No tan rápido. Te amo Jamie. No vayas a casa.
No sólo iba a romper sus corazones, iba a robarle su refugio, también. Imaginé nuestra pequeña casa abandonada, como lo sería para siempre, ahora. Sino era abandonada, era una tumba. Me veo mi cuerpo guiando a los buscadores a eso. Mi cara sonriendo mientras los agarraba a ellos ahí...
“Basta,” dije fuerte, escapando fuera del dolor. “¡Basta! ¡Tú has mostrado tu punto! No puedo vivir sin ellos tampoco ahora. ¿Eso te hace feliz? Porque esto no me deja muchas opciones, ¿no es cierto? Solo una–desacerme de ti. ¿Quieres al buscador dentro de ti? Ugh!”
“Hay otra opción” Melanie pensó suavemente.
“¿De verdad?” Demandé con un pesado sarcasmo. “Muéstrame una.”
“Observa.”
Todavía estaba mirando la cima de la montaña. Eso dominaba el paisaje, una improvista elevación de roca rodeada de plana tierra de maleza. Su interés atrajo mis ojos por fuera de la silueta, trazando las dos puntas desiguales de la cima. Una lenta, áspera curva, un giro brusco, otra repentina vuelta de otro sentido, torciéndose al norte del largo estrecho, y un abrupto declive en el sur que se hacía más plano en otra curva.
No de norte a sur, el camino que siempre he visto las líneas en su fragmentaria memoria; eran de arriba hacía abajo. El perfil de una cima de montaña. Las líneas que guiaban a Jared y Jamie. Esa era la primera línea, el punto de partida. Tenía que encontrarlos.
‘Vamos a encontrarlos,’ me corrigió. ‘Tú no sabes todas las direcciones. Al igual que la cabaña, nunca te di todo.”
“No lo entiendo. ¿Donde nos guía? ¿Cómo una montaña nos guía?” Mi pulso comenzó a latir más rápido cuando pensé en eso: Jared estaba cerca. Jamie, dentro de mi alcance.
Ella me mostró la respuesta.
“Son sólo líneas. Y mi tío Jeb es sólo un viejo loco. Es un loco, igual que el resto de la familia de mi papá.” Traté de sacar el libro de las manos de Jared, pero él apenas estaba enterado de mi esfuerzo.
“Un loco, ¿como la mamá de Sharon?” él contó, todavía estudiando el oscuro pincel que marcaba la negra cubierta del viejo álbum de fotos. Es una de las cosas que no perdí en todo el recorrido. Todavía el graffiti del lunático tío Jeb lo dejó durante su última visita tiene un valor sentimental ahora.
“Entiendo.” Si Sharon estaba todavía viva, sería por su madre, la lunática tía Maggie, que podía competir con el lunático del tío Jeb una carrera por el título de Los más locos de los Locos Hermanos Stryder. Mi papá había estado afectado ligeramente por la locura Stryder–él no tenia un secreto o algo parecido. El resto de ellos, sus hermanos y hermanas, Tía Maggie, Tío Jeb, Tío Guy, eras los que más pasaban tiempo en la conspiración teórica. Tío Guy había muerto antes que los otros desaparecieran durante la invasión, en un accidente de auto, muy común, que incluso Maggie y Jeb han luchado para intrigar esto.
Mi papa siempre los llamó cariñosamente a ellos ‘Los Locos’ “Pienso que es hora de visitar a los Locos” anunciaba Papá, y mamá se quejaba–lo cual era porque el anuncio sucedía pocas veces. En una de esas raras visitas a Chicago, Sharon me metió dentro de un hoyo escondido de su mamá. Estábamos atrapados–la mujer había puesto trampas por todos lados. Sharon fue regañada en grande, y aunque, te juro un secreto, tuve la sensación de que Tía Maggie tal vez construyera un nuevo santuario. Pero recordé dónde fue el primero. Vi a Sharon ahí ahora, viviendo la vida de Anne Frank en el medio de la ciudad enemiga. Teníamos que encontrarla y traerla a su casa.
Jared interrumpió mi recuerdo. “Un loco es exactamente el tipo de personas que vamos a necesitar para sobrevivir. Personas que veían a Gran Hermano cuando no estaba ahí. Personas que sospechan del resto de la humanidad tornándose peligroso. Personas con lugares para esconderse listos.” Jared sonrió, todavía estudiando las líneas. Y su voz entonces se hizo más dura. “Personas como mi papá. Si él y mis hermanos se han escondido en vez de luchar… Bueno, todavía estarían aquí.”
Mi tono es más livianos, oyendo el dolor de las de él. “Okay, estoy de acuerdo en la teoría. Pero esas líneas no significan nada.”
“Cuéntame otra vez lo que dijo cuando el se las dibujó.”
Suspiré. “Ellos estaban argumentando–Tío Jeb y mi papa. Tío Jeb esta tratando de convencerlo a él de que algo anda mal, contándole a el que no confía en nada. Papá se río de eso. Jeb agarró el álbum de fotos del final de la mesa y comenzó… casi tallando las líneas detrás de la contraportada con un lápiz. Papá se volvió loco, dijo mi mamá que se enojó. Jeb dijo, ‘¿La mamá de Linda les preguntó para venir a visitarme, no? ¿Algo extraño, de la nada? ¿No te cayó mal cuando solo Linda vendría? Admite la verdad, Trev, no pienso que Linda estará opinando en nada cuando vuelva. Oh, tal vez actuó de esa manera, pero tú no eres capaz de contar la diferencia’ Eso no tiene sentido en el momento, pero lo que le dijo realmente le cayó mal a mi papá. Él le ordenó a Tío Jeb que se vaya de la casa. Jeb no se quiso ir al principio. Nos dijo que tengamos cuidado a no esperar hasta que sea demasiado tarde. Él agarró mi brazo y me tiró a su lado
‘No los dejes engañarte, cariño,’ me susurró. ‘Sigue las líneas. Empieza desde el principio y sigue las líneas. Tío Jeb va a tener un lugar seguro para tí’ Fue ahí cuando mi papá lo empujó hasta la puerta”
Jared guiño asintiendo, todavía estudiando. “El comienzo... el comienzo... Eso tiene que significar algo.”
“¿Si? Son solo líneas, Jared. No es como un mapa–ellos incluso no están conectados.”
“Hay algo familiar acerca de la primera, sin embargo. Algo familiar. Podría jurar que lo he visto en alguna parte antes.”
Suspiré. “Tal vez el le contó a Tía Maggie. Tal vez ella tenga mejores direcciones.”
“Tal vez,” me dijo, y continuó mirando las líneas de Jeb.
Ella me arrastró al pasado, un muy, muy viejo recuerdo–una memoria que ha escapado ella por mucho tiempo. Me sorprendí que ella me pusiera sólo esos recuerdos, el viejo y el nuevo, los dos recientes. Después estaba aquí. Es por eso que las líneas se habían escapado de su cuidadoso control que despistó el hecho que ellos eran uno de los más importantes secretos–por la urgencia de ser descubierta.
En este borroso recuerdo más antiguo, Melanie se sentó en las piernas de su papá con el mismo álbum–no tan andrajoso entonces–abriéndolo en sus manos. Sus manos eran diminutas, sus dedos tan cortos. Era muy extraño recordar los comienzos de chica en este cuerpo. Estaban en la primera página.
“¿Recuerdas en donde es esto?” Papá preguntó, señalando la vieja foto gris que estaba arriba de la página. El papel se parecía más fino que las otras fotografías, como si estuviese desgastada–planas y planas y más planas–como si la hubiese tomado el tatara-abuelo.
“Es de donde los Stryders venimos,” respondí, repitiendo lo que me habían estado enseñando.
“Exacto. Ese el Viejo rancho de los Stryder. Tú fuiste allí una vez, pero no creo que lo recuerdes. Creo que tenías dieciocho meses. Viene siendo tierra de los Stryder por mucho tiempo atrás...”
Y entonces el recuerdo se hizo una imagen. Una imagen que venía viendo, sin haberla visto nunca. Era en blanco y negro, desvanecida en grises. Una pequeña casa rústica de madera muy lejos en el otro lado del campo desierto; en el frente, había una cerca; unos pocas formas de equinos se veían entre la cerca y la casa. Y después, detrás de todo eso, una forma, un perfil familiar... Había palabras escritas, una etiqueta, puesta en lápiz arriba del borde blanco:
Rancho Stryder, 1904, en la sombra de mañana en...
“Picacho Peak” dije en voz baja.
“Él ha estado ahí también, incluso si nunca encuentran a Sharon. Se que Jared los va a poner ahí juntos. Él es más inteligente que yo, y el tiene la foto. Él probablemente tenía la respuesta antes que yo. Él podría estar tan cerca.. “
El pensamiento que tuvo estaba tan lleno de emoción y anhelo que la pared en blanco de mi cabeza se desvaneció. Pude ver todo el trayecto ahora, viéndola a ella y el cuidadoso trayecto a través del país de Jared y Jamie, siempre de noche en su discreto vehículo robado. Tomó semanas. Lo vi donde ella los había dejado en el preservado arbolado de la ciudad, tan diferente del vacío desierto que ellos estaban acostumbrados. El frío bosque del que Jared y Jamie tenían que ocultarse y esperar se sentía seguro en algunas formas–porque las ramas eran espesas y ocultaban, no como el espigado follaje del desierto que no podías esconderte mucho–pero también era más peligroso por los desconocidos sonidos y olores.
Entonces la separación, un recuerdo muy doloroso. Luego vino la abandonada construcción que se había estado escondido, mirando la casa a través de la calle por su oportunidad. Ahí, oculta en las paredes o en un sótano secreto, deseando encontrar a Sharon.
“No debí haberte dejado ver eso”, Melanie pensó. La debilidad de su silenciosa voz denotaba su fatiga. El asalto de sus recuerdos, la persuasión y la obligación, la habían cansado.
“Vas a tener que contarles a ellos donde encontrarla. Tú también la matarás.”
“Si,” medité en voz alta. “Tengo que hacer mi deber”
“¿Por qué?” murmuró, casi dormida.
¿Qué felicidad te daría?
No quería pelear con ella, por lo que no dije nada. La montaña se veía más larga delante de nosotras. En momentos estaríamos debajo de ésta. Pude ver una pequeña parada con una conveniente tienda y un restaurante de comida rápida bordeando un lado de un espacio plano de concreto–un lugar para las casas rodantes. Había pocos en el lugar ahora, con el color del próximo verano haciendo las cosas inconfortables.
¿Ahora qué? Me pregunté. ¿Paro por un tarde almuerzo o una temprana cena? ¿Lleno el tanque y después continúo hasta Tucson en para revelar mis frescos descubrimientos a la buscadora?
El pensamiento fue tan repelente que mi mandíbula fue trabada por la repentina pesadez de mi estómago. Frené reflexivamente, escrutando una parada en el medio del carril. Tuve suerte; no había autos para tirarme hacía atrás. Tampoco había conductores que se detuvieran para mostrar su preocupación y su ayuda. En ese momento, la carretera estaba vacía. El sol golpeaba el pavimento, haciendo que brillara, desapareciera en lugares. Esto no tendría que sentirse como una traición, la idea que continuaba ahí y en mi propio curso.
Mi primer lenguaje, el lenguaje verdadero del alma que era hablado sólo en nuestro planeta de origen, no tenía palabras para traidor. O leal–porque sin la existencia de lo opuesto, el concepto no tiene significado. Y todavía me sentía con más culpabilidad por misma la idea de la buscadora. Estuvo mal en contarle a ella lo que sé. Mal, ¿cómo?
Me contrarresté mi propio pensamiento violentamente. Si me detenía ahí y escuchaba las seductivas sugerencias de mi huésped, sería una traidora. Eso sería imposible. Tenía un alma. Y sin embargo, yo sabía lo que quería, más poderoso y vívido que nada de lo que nunca tuve en todas las ocho vidas que viví. La imagen de la cara de Jared bailando detrás de mis parpadas cuando parpadeé por el sol–no eran los recuerdos de Melanie en ese momento, pero mis recuerdos venían de ella. Ella no forzó nada en mí ahora. Pude apenas sentirla mientras esperaba–me la imagine conteniendo la respiración, lo cual podría ser posible–para mí al hacer mi decisión. No pude separarme de lo que el cuerpo quería. Ella era yo, más que lo que nunca intente ser. ¿Yo lo quería o el cuerpo lo quería? ¿Esa es la distinción que importaría ahora? En mi espejo retrovisor, el brillo del sol que reflejaba un auto cautivó mi ojo. Moví el pie en el acelerador, yendo lentamente hacia la pequeña tienda que quedaba en la sombra de la cima de la montaña. Había solo una cosa por hacer.
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