Los vampiros se han convertido en el monstruo más rentable del espectáculo. No solo dejan dinero en las taquillas del cine, sino que la fiebre de sangre acapara libros, cómics, series de televisión, música y teatro.
Sin embargo, todo ese movimiento empieza justamente en el cine, ello debido a que el tema de los vampiros se volvió en el favorito para toda una generación de adolescentes, debido a la mal llamada saga Crepúsculo (Twilight) de la autoría de Stephenie Meyers.
La películas inspiradas en los libros componen una suerte de novela en entregas para cine que termina por ser una historia más rosa que oscura. Un amor imposible entre una humana y un vampiro, es la materia prima de una historia que incluye un triángulo amoroso que no puede faltar en ningún melodrama episódico que se respete, siendo en este caso que hay que disputarle el amor de la humana a un hombre lobo. Así contado, no parece que estemos hablando de uno de los éxitos de taquilla y librerías más rentable de los últimos años. Y sin embargo así es. "Crepúsculo" es una máquina de hacer dinero a pesar de respetar muy poco el tradicional relato de vampiros y llevar el melodrama a extremos de lo rìdiculo..
Es quizás por ello, que lejos de poder comparar el trabajo de Meyers con el de Stoker – por ejemplo- hubo intentos de encontrar similitudes con quien se consideraba hasta entonces la máxima exponente del género de nuestra época. Anne Rice y sus crónicas vampíricas prácticamente no tenían rival en los estantes de las librerías de todo el mundo. La comparación puede parecer injusta, pero es absolutamente inevitable.
Y es que acaso sea Anne Rice quien mejor recoge el lado pasional del vampiro, que despojado de toda moralidad y sentimiento, crea relaciones intensas, profundas y crueles. A diferencia de los de Meyer, los vampiros de Rice no intentan ser o parecer normales o confundirse con las personas. Adaptan su condición a los tiempos que les toca vivir sin olvidar nunca que son depredadores, eligen la locura o la desolación, pero nunca el romance o la vida eterna cursando la secundaria.
Anne Rice atraviesa eras enteras con sus crónicas, mientras que Meyers a duras penas retrata el mundo adolescente contemporáneo. Pero esa no es toda la diferencia entre ellas. Las crónicas vampìricas de Rice fueron pensadas como material literario antes que fílmico, y su fortuita primera versión en la pantalla grande, fue algo así como un raro momento en que un libro es aceptablemente bien adaptado.
Por lo que toca a Meyers, los suyos son libros de fácil lectura, con un lenguaje sencillo y sin muchas pretensiones de estilo. Mientras Rice se documentó más para poder escribir las distintas etapas históricas en las que viven sus vampiros, Meyers los sitúa en el presente, haciendo intimistas las alusiones al pasado, ligadas a los personajes y sin contener muchos elementos de contexto histórico. Los vampiros de Rice son además, más góticos, mas oscuros, mas conflictivos, mas perturbados por su naturaleza mística. Los de Meyers son menos complicados, parecen menos atormentados y más preocupados por cuestiones más simples derivadas de su interacción con los humanos.
Pero además de ello, Meyers centra el relato en la historia de amor entre Isabella –o Bella- y Edward. Una adolescente humana y un vampiro. La bella y la bestia o una especie de Romeo y Julieta de lo sobrenatural. Un amor que es imposible, porque Edward no quiere que Bella se condene a su condición inmortal. Pero aunque para ella ser vampiro o no, puede ser una elección, Edward no puede cambiar la suya propia, para él es esta existencia o la muerte. Meyers retoma el romanticismo propio del género, presente desde el relato clásico en Drácula, y lo convierte en un melodrama contemporáneo.
El lector pronto se da cuenta que la historia no es sobre vampiros, sino acerca de un amor imposible. Y es llegado a ese punto que uno entiende porque los libros son todo un éxito editorial. La historia está contada a un ritmo aceptable, con buenas dosis de intriga, suspenso y sorpresa para el lector. Uno no pensaría que el asunto dé para escribir tres libros de 500 páginas en promedio. Pero los termina dando porque la tan inusual historia de amor debe pasar por muchas pruebas para demostrar que se trata de un sentimiento verdadero. El vampiro, convertido ahora en una especie mezcla entre caballero andante y príncipe azul, se debate entre el amor por Bella y su verdadera naturaleza. Ella, por su parte, no crean que la tiene más fácil: debe convencerlo que la convierta en vampiro, porque es la única manera de que el amor entre ellos se concrete y termine con final feliz.
Y es precisamente en este punto donde veo este relato muy lejos de Rice o de la tradición gótica de los vampiros en la literatura. Muy poca locura, perversión y oscuridad para mi gusto. Más parece una versión adolescente de Mi pequeño vampiro o una versión oscura deMujercitas. Pero también es importante que no se malinterprete el hecho de que se escriba pensando en el gusto adolescente. El que sea una novela hecha para preparatorianos no la convierte en un subgénero, ni le resta oficio literario. Hablarle a la juventud a través de los libros en plena era de la informática, es todo un mérito que no debería pasar desapercibido. Meyers se perfila como el nuevo fenómeno de la literatura juvenil, más cercano al estilo de J.K. Rowling, que al de Anne Rice.
Por lo pronto, está por terminar la serie Crepúsculo con un final en dos partes, que promete ser todo un éxito en taquilla. Y con ello quizás veamos descanso del tema, si consideramos que Rice por su parte, ha abandonado el tema de vampiros y se ha dedicado escribir sobre la vida de Jesucristo, explicando que a raíz de la muerte de su esposo – el también escritor Stan Rice- abrazó la religión con verdadero fervor. No hay planes por ahora de filmar ninguno de sus libros, aunque corrió el rumor - sin confirmar- de que una nueva versión de Lestat podría ser protagonizada por Robert Downey Jr.
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